Capítulo 1

EL HOMICIDIO

Pay Ubre, Ika (hoy Mercedes, Provincia de Corrientes, República Argentina), 8 de enero de 1874.-


El gaucho iba adelante, maniatado a lo bruto, entrampado en la grupa del sargento Cristino Gauna. Le dolían las ataduras y más aún los machucones, recuerdos presentes de los golpes atestados. El sabor amargo de la derrota se derretía entre sus labios sellados, mudos, ausentes de una sola queja. Sentía ese gusto fulero, doloroso, mezclado con el de la sangre de su propia boca, de sus propias encías, de su propia lengua lastimada y herida, tanto como el resto de su propia humanidad. Su terco silencio seguía siendo el fruto de más de una tortura encarnizadamente certera.
Había aprendido a callar el dolor desde siempre, desde que tenía memoria, náa más que por ser gaucho. Había sido entrenado pa’ eso, estaba intrínseco en su más profunda condición. El gaucho callaba todo, era sabido. No se iba bien de boca como suelen hacer los milicos o la gente de la criollada ilustre. Por eso muchos, en general, los tiraban de traidores.
Por el silencio, ¿vio? Porque naides sabe qué piensa uno que se las calla. Pero es mucho mejor andar callando que andar mintiendo por ahí como hacen algunos. Como los gatos, ¿vio?, calladitos y al acecho, chito boca van callando…Hasta que atacan…Entonces con un zarpazo certero, atontan la presa y la matan…Del susto, nomás…Del mismo pánico. Te ves venir un bicho enorme que Dios sabe de dónde salió y ahí nomás te tiene atontado, derrumbado contra el piso mientras pensás por dónde te va a empezar a comer esa bestia. Y ahí nomás, de sólo pensar eso y de verle las fauces y las garras te morís del mismo susto. Sin ningún preámbulo, ahí, ahí, justito antes de que te empiece a devorar. No importa si sos cristiano y el bicho es yaguareté o puma, esos que les decimos los tigres y los leones que hay por acá, ¿vio?, por esta América que encontró Colón, no importa. Es lo mismo si sos un pajarito y te agarra uno de esos lindos gatitos que andan por ahí. No contás el cuento ni por puta. Finado estás si se te viene un gato encima, seas lo que seas y sea el gato que fuera. Es gato y basta. Con eso alcanza.
Por eso dicen que el silencio de los gauchos es como el de los gatos. Pa’ que la presa no sepa por dónde lo va a atacar a uno. Porque el gato ataca a traición. No la va de frente como los perros, que en un principio te avisan y después te atacan. El gato te ataca sin que te des cuenta de que te está vigilando, sin que te des cuenta de que ni siquiera existe cerca de ti. Por eso es cazador. Porque busca presa. El perro no, ataca, pa’ comer, náa más que por necesidá.
Todo le dolía. Hasta el alma. Pero no iba a darles el gusto de dejarlos escuchar un solo lamento suyo, un solo quejido, un solo grito de dolor, ni un gemido de animal herido, nada. Absolutamente nada. El silencio era su poder, el único poder que le quedaba en ese estado deplorable en el que estaba sumido.
Se sabía por Pay Ubre que su espíritu era terco, porfiado, testarudo como el que más. Y él no iba a darles el gusto. Ni de que oyeran una sola queja de sus labios. Una sola. Antonio Mamerto Gil Núñez, gaucho y correntino. No iba a permitir que la milicada supiera que él era un flojo. Aunque le dolían hasta los pelos y las pestañas de soportar tanta biaba junta, él iba en silencio, mudo, casi tanto como los otros.
Era sabido que la tropa obedecía órdenes. Así nomás. Náa más. Como son, de pendejos, todos los militares. Nadie quería matarlo en Pay Ubre. Ni en Ika, su pago. Había sabido ganarse el respeto de todos, uniformados o no, los que andaban por estas tierras. Pero había una orden: taba, alguien la había dado. Diz que lo llevaban pa’ enjuiciarlo en Goya con el Juez de Paz… Por desertor y alzáo…Diz que los gauchos presos nunca llegaban a Goya…Diz que los tirotiaban antes porque aludían una fuga…(¡Juéh pucha!, de esa época viene…la historieta ésa…la de siempre….diz que el preso se les jué y lo tuvieron que tirotiar pa’ que no se escape del todo…que ya venía medio escapado…los milicos nunca cambian…siempre dicen lo mismo…) Diz que estaban tramitando el perdón que no llegaba…El perdón que no venía porque debían juntar las firmas pa’ pedirlo y traerlo en papel, firmado por la criollada ilustre, así nomás, de palabra no valía, cuando todos sabíamos entonces que todas las órdenes, fueran las órdenes que fueran, se daban de voz, náa más, sin firmar ningún documento…Pero él era gaucho y por eso necesitaban las firmas…era gaucho alzao y desertor…¡bah!, de ésos que mataban siempre…porque, ¿vio?¿Pa’ que los queremos por acá?...Sirven pa’ joder y chuparse, nomás…Robar chinas…matrerear…hacer causa común con los indios…Es mejor degollarlos…Palo y a la bolsa…Si son menos es mejor…Como la indiada, ¿vio?
Gutiérrez, López y Asuna iban más callados que perro en bote…Un silencio de muerte impregnaba todo, los cascos de los caballos, las monturas, los uniformes…
El sargento Gauna, de vez en cuando, se animaba a silbar un poquito, despacito, despacito, un cielito lindo de esos que se sabían bailar en las festividades populares, lo silbaba bajito, como quien acuna un gurí sabiendo que se le viene el cuco, como quien acuna un gurí que está bien jodido y pa’ que no se asuste, pa’ achicarle el miedo…
Antonio sabía todo…
Desde el principio lo sabía…
Sabía que si lo agarraban estaba más que jodido…Que su cuero tenía un precio, un precio bien lindo pa’ los unos, un precio invaluable para los otros…
Nadie quería matarlo en la partida…Se sabía desde siempre…En el fondo, y aún no tan en el fondo, todos admiraban al Gaucho…
Se lo habían dado así a Gauna, después de haber pasado la noche con la gente del coronel Zalazar. Linda noche, jueputa! Desde el crepúsculo del día anterior, en que lo habían capturado, que estaban dele darle biaba…Lo enjuiciaron por traición a la patria, ¡Qué joder! Juicio sumarísimo. Sin Juez. Sin testigos. Con Zalazar y subalternos, náa más. Porque el Ejército es una cosa bien jodida en que, como en la mayoría de las instituciones, los trapitos sucios se lavan adentro y los bien blanquitos se muestran pa’ juera…Él que había peliado en la Guerra contra el Paraguay…Él que había peliado en Yatay y Uruguayana…Por desertor…Por no querer peliar ni pa’ los unitarios ni pa’ los federales…Ni pa’ los celestes ni pa’ los colorados…Ñandejára se lo había pedido en sueños…Por la Patria…Por los hermanos que éramos y que habíamos sido…Gil no era un fratricida…Se había portado como un soldado bravo en la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, pero esa era otra guerra…Era la guerra contra otro país…No contra otros gauchos…No contra otros gauchos que son tus hermanos…contra otros gauchos que son o habían sido tus amigos…
Puta, linda causa pa’ morir…Desertor de un ejército que no existe…De un ejército de bandos internos que respondían a los patrones de estancia, ni más ni menos….Porque el pión es del patrón,¿vio? No era de nadie más…no sea cosa que se le juera a ocurrir pensar por sí mismo ni existir por su propio cuero y en su propio cuero…No, eso no, señor;eso sí que era un delito…Sobre todo, por ejemplo, ¿cómo un pión iba a desobedecer al patrón?, ¡Guay que se le juera a ocurrir…! ¿Y mirá si encima les contagiaba la ocurrencia a los otros gauchos?...No juera que se le juera a ocurrir tener existencia propia…Y encima pensar, che, estos piones de ahora, encima son tan caraduras que se te plantan y te hacen frente…
Desertor de una guerra civil de mierda que todavía nos sigue arrancando las tripas…Todavía hoy en el 2008…Estamos los del campo contra los de la ciudad, los de las provincias contra el Puerto de Buenos Aires… Que sigue centralizando todo el puto país…
Gauna era el único que sabía la orden…Todos la sabían en realidad…Si no la sabían se la estaban imaginando…Ellos no hubieran sido capaces ni de tocarle un pelo al Gaucho…Se lo habían entregado así, machucado y roto, porque había sido la diversión de la gente de Zalazar, Ayala y ésos…Tropa de ésos…Coronel y Sargento de poca monta…De baja estirpe, como quien dice…Todos sabían que Ayala se la tenía jurada al Gauchito…Hicieron lo más que pudieron…Todos…Es más, el coronel Velázquez estaba juntando las firmas, todos sabían que ya las debía de tener juntadas…Pero Zalazar quería la cabeza del Gauchito…El y Ayala eran los únicos…Sobre todo Ayala…Por cuestiones de polleras ¿vio? Nadie le roba una hembra a Ayala. Nadie…Mucho menos un gaucho de cuarta…Que encima me la enamora y me la enamora en serio, ¡la pucha! Una cosa es ser gaucho y otra bien distinta es ser fulero. Que de pinta Antonio superaba a largo tranco muchas botas ilustres…No tenía absolutamente nada…Sólo el coraje, la facha y la labia…Para las mujeres con eso sobraba…Sobre todo cuando agarraba la guitarra…Ahí se morían todas…Cuestiones de polleras…¿vio? De guitarras y payadas la milicada mucho no entendía, de arriar vacas y hacer yerra mucho menos…Pa’ eso está la gauchada…La mano de obra de la época, como le dicen…Que se arreglen…El gaucho nace sabiendo domar potros y enamorar hembras…Los milicos se creen que arreglan todo con las armas…Sin armas ni uniformes no valen absolutamente nada…Valen por la amenaza…Náa más…
Todos adoraban a Antonio por Pay Ubre…La gauchada por compañero, por honesto, por mediador…Sabía darle a cada uno lo justo en el momento en que fuere necesario…Tenía un sentido de la equidad que superaba a largo tranco el concepto tradicional de Justicia que manejaban por entonces los Jueces de Paz….Entonces era lógico que todos buscaran refugio en él, que lo consideraran para resolver sus conflictos…Lo consideraban un hermano que sabía intervenir en el momento justo…La milicada le tenía el mayor de los respetos…Sabían siempre, en general, por dónde andaba…Sabían que matrereaba y cazaba y hacía charque y cueros pa’ vender por las pulperías y así conseguir alimentos pa’ sí y pa’su caballo, sabían que trocaba los cueros por otras cosas, sabían reconocer los cueros en la forma de curtirlos, sabían de su charque por el sabor y el olor…El sabía imponerle un sello personal a todo…demasiado personal…era imposible no saber por dónde andaba…Se olía su presencia en los senderos, en los esteros, en los llanos, en todos los lugares por los que él hubiera pasado…no era necesario ser un experto detector de huellas para encontrarlo…Pero era como que toda la milicada tenía un pacto tácito con él…No lo perseguían…Sabían de su heroísmo en la guerra contra el Paraguay…Conocían sus manos y sus dones para sanar…Sabían que además de haber sido un héroe bravo y valiente peleando en la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay también era un sanador…
Todos sabían que lo necesitaban…los milicos por las dudas, por si las moscas, los paisanos porque siempre, porque todo…Su mujer era la más preciada y deseada en todo Ika…Pero él sabía que a pesar de eso ella era su mujer, era su prenda….De nadie más…Aunque no los dejaran estar juntos por envidia, por enojo, por desesperación. De que cómo una viuda rica va a andar en amores con un gauchito cuatrero…Que lo tuviera por diversión, ¡buéh! Vaya y pase, pero el tema es que ella lo quería en serio…Que ella lo quisiera en serio era un problema para todos…Sobre todo para sus herederos…Ella no podía estar con un sintierra, con un sinnada, con un necesitadodetodo…Ella tenía que estar con un hombre de bien, con un criollo ilustre…con algún hacendado que le sirviera para extender los horizontes de sus dominios…No con un pión de estancia…Nunca con un pión de estancia…Mucho menos con un pión de su estancia…¡Y buéh!...Se habían conocido ahí…En la estancia La Valencia…Se habían conocido así…Fueron dos destinos entrecruzados desde el primer momento…Y él sabía que en eso se le iba el cuero…Y él sabía que su precio era por eso…Por llevarse la pollera más preciada de todo Ika…Pero bueno…él era así…Enamoradizo y enamorante…Todas se enamoraban de él…Todas….La viuda Estrella Díaz de Miraflores no era la excepción…No había sido la excepción…El tema es que él quedó prendado también de ella…Se enamoró en serio…La quería más que a su cuero…Por eso le terminó valiendo la vida… El sabía que ese amor era peligroso y sin embargo cedió, cedió de corazón, cedió con el alma y la vida…Sino se hubiera alejado…Sino se hubiera ido…No toleraban que un gaucho domador se lleve el amor de la viuda más rica y más linda de todita Corrientes…Pero él era joven, lindo, con ganas…La quería…Ella era joven, linda, estaba abatida por la pena…Lo quería…Lo encontró…La encontró…Se encontraron…Se amaron hasta el cansancio mientras pudieron…Luego se reservaron un adiós nunca dicho y nada más que una serie de recuerdos que inundaban el presente todas las noches…
Gauna ordenó un alto a la partida en un cruce de caminos. Aludió que los caballos debían descansar y ellos comer algo, aunque sea un charque y algunos tragos de agua…
Pararon entre unos algarrobos, aprovechando para cobijarse, potros y hombres, bajo la sombra del más enorme de todos ellos…
A Gauna le temblaban las piernas cuando se bajó del caballo…No era por el galope…No…Era que naides se animaba a tocarle un pelo a ese Gaucho….Naides quería hacerle daño….Mucho menos él…bueno…Era estas cosas que tiene el ejército, como lo de la obediencia debida, ¿no? No importa bien qué carajos te manden a hacer y tenés que hacerlo, si te lo ordena un superior hay que obedecer, es la cadena de mandos naturales…Sin pensar, sin mirar, sin contestar, sin oponer alternativas válidas…Vos no pensás porque sos milico y basta, sos la obediencia debida y el brazo armado de la ley…O del Estado, que es más o menos lo mismo…
Como pa’ cortar el hielo bajaron todos de las cabalgaduras, tomaron algo de agua y comieron algo de charque…El día era de un calor atroz, el verano estaba insoportable, el cielo estaba más azul que nunca y el monte ya empezaba a parecer reseco…El enero era terrible en Corrientes…Siempre pegaba el peor de los calores para esa época…Las escoriaciones de las pieles por los cueros y fajinas transpirados y el roce de las monturas era mucho más que molesto…Eran escoriaciones sin remedio, sobre todo las de las botas…No había solución a eso, tanto como para el calor…
Temblando las patas y hasta el alma Cristino Gauna dio la orden de bajarlo de la cabalgadura y atarlo al árbol…
Después se arrepintió, pidió que lo desataran…Torturada y miserable, su propia humanidad vilipendiada no podría fugarse huyendo por sus propios medios…Estaba demasiado malherido como para irse corriendo, aparte, aunque se juera, seamos sinceros, ¿pa’ ‘onde iba a ir? Si lo podían encontrar enseguida, los otros eran cuatro y con cabalgaduras y lo iban a prender de nuevo…Porque una orden es una orden y un soldado es un soldado y el sargento Gauna era el sargento Gauna y si le daban una orden la cumplía, ¡qué joder!, que no le vengan con pendejadas de achique, él no sabía achicarse ante nada, bien machito que había sido!
“ – Es orden del coronel Zalazar- aclaró- hay que matarlo!...”
López, Gutiérrez y Asuna se miraron…Ahora terminaban de entender…Ellos pensaban que iban a llegar a Goya porque sabían de la orden del perdón que estaba tramitando el coronel Velázquez, antiguo coronel bajo el mando del cual el Gauchito había luchado en la guerra contra el Paraguay…Pensaban que, a esas alturas, la orden del perdón estaría lista…Pensaban que le iban a hacer un juicio en serio, como correspondía…Todos sabían que Antonio no era un gaucho cualquiera y que eso les iba a costar…Que les iba a costar un precio muy alto a todos…
Nadie lo quería a Zalazar, mucho menos al sargento Ayala…Todos habían sufrido sus abusos de poder, ya fuere del uno como el coronel que era, o del otro, como el comisario del pueblo, del cual cumplía la función en forma conjunta, náa más que por ser el sargento de ahí….
Pero, en fin, como dije antes, una orden es una orden y estábamos dentro de la cadena de mandos del Ejército…
Y como éramos de pendejos todos los militares no pensábamos, tan sólo obedecíamos…
Naides se animaba a cuestionar la orden…Mucho menos a decir “no”… Tan sólo se demoraban…Empezaron a cargar las armas con una parsimonia, vea, vea y anote, de novela…Si la pólvora no estaba húmeda era el percutor que andaba fallando…¿vio? Pa’ alargar la espera, pa’ ver si en una de esas Antonito se salvaba…Y qué no…Cuando ya no les quedó más nada que justificara la demora, le tuvieron que disparar…Gauna también, dilataba, se entretenía, seguía silbando, silbando bajito y ahí lindito, un cielito de ésos que sabíamos bailar en las fiestas, como pa’ achicarle el miedo al gurí, como pa’ que no se julepee tanto…Pero él también tenía un julepe de aquellos, en las piernas, en las manos, en la voz, en el alma…
Sargento Cristino Gauna, comandante de la partida que va a dar muerte al Gauchito Gil…¡Hay puta! ¡Qué destino! Justo a él tenía que tocarle…Todos sabíamos que en algún momento alguien lo tenía que hacer, todos sabían que en algún momento lo tenían que capturar…Era seguro que algún paisano lo habría vendido pa’ que lo encontraran, alguien lleno de rencores y odios, sobre todo de envidia, como había tantos…Le envidiaban todo, vea, la pinta, la labia, el arrastre, la gallardía, la honestidad, la valentía, todo…Porque eran cobardes…Cobardes y pendejos como la mayoría…Pero Cristino Gauna no, vea usté, el Sargento era un tipo honesto. Valiente. Sincero. Tome nota de esto porque es importante. Estaba en el ejército pa’ poder vivir, ¿vio? Pa’ mantener la familia…Porque en esa época o eras indio si eras indio o eras gaucho o milico si eras blanco o medio blanco y nadie elegía ser gaucho; por los inciertos avatares del destino endemoniado se llegaba a eso, pero nunca nadie elegía ser gaucho porque eso era muy mal visto, era como no ser nada puéh….! A menos que fueras claro, patrón de estancia… Pero esos eran muy pocos…Siempre fueron muy pocos…Todavía hoy son demasiado pocos pa’ tantísima tierra que tenemos… A pesar de que repartieron muchas tierras entre los del ejército después de haber borrado las pampas de malones intrépidos y pendencieros… De malones ladrones… Pa’ poblar la tierra, ¿vio? Pa’ poblarla con los blanquitos dendejuera y no con los negritos dendedentro… Pero ya está…Ya pasó…Fue…
Pero el sargento Gauna era justo. Leal. Obediente. Justo el último tipo que lo hubiera querido matar y le tocaba matarlo…Pero ¡buéh!...Lo que debe hacerse debe hacerse y si duele es mejor hacerlo rápido ansina que el tipo dio la orden…Lisa, clara, transparente, potente:
“ -¡Abran fuego, carajo!!!”
Y vea, usté no me lo va a creer, che, pero diz que ni una bala le dentró al cuerpo al condenao…Los que estuvieron ahí lo repitieron después por todo Ika…Ni una puta bala de las que le dispararon le dentró al cuerpo…Le pegaron al algarrobo, vea, porque eran balas de verdad, era como pa’ no dudar de la existencia de las balas….Pero ni una che, ni una pudo dentrarle al cuerpo….De ahí que el Sargento, que ya estaba bastante cagado en las patas, se haya terminado de recagar…
“- ¡Pero, ¿qué pasa, boludos?! ¡¿Es que son tan putos que todavía no aprendieron a tirar?! ¡Apunten bien, carajo, que estamos a menos de dos metros! ¡Recarguen!!! ¡Apunten!!!! ¡Fuego!!!!”
La voz le temblaba como nunca, vea usté, los soldados estaban mucho más cagados que él…Les temblaban las manos…No podían recargar las armas…No podían apuntar…Les costaba tener las armas quietas….¡Claro!, Vea usté, si estaban todos temblando como hojitas en la tormenta…¡Cagazo padre que llevaban puesto todos!!!!; ¡Hasta las bestias!!!; ¡Diz que se escaparon como pudieron y los dejaron dendeapata!!!; ¡A todos!!!...Incluso al Sargento Gauna…!!! Diz que es lo que contaron ellos cuando volvieron, como pudieron, caminando desharrapados, sedientos, maltrechos y hambreados, apareciendo por el medio del monte espinillero como si fueran fantasmas vivientes de un Pay Ubre seco, vea usté, bien seco…
Como había pasado antes, ni un solo tiro dentró en el cuerpo del Gauchito…
Ahí sí que uno se cayó redondo…Gauna no…Uno de los soldados…De la impresión, ¡puéh!, ¿de qu’ iba a ser?...¿eh…?
La mirada del Gauchito los hipnotizó hasta el alma…A los cuatro, vea, al Sargento también… Pero después, ¡buéh!, no sé si fue por una cuestión de rango o porque era lo que correspondía y quedaba bien, el Sargento fue el primero en reponerse…
“-¿No escucharon, carajo, manga de pendejos?!!!” – crujió la voz de Gauna, esta vez atronadora, dirigiéndose a López, Gutiérrez y Asuna, quienes pa’ esa altura habían pasado por todos los colores del Arco Iris, inclusive el negro…
“ – Venga, Gauna, acérquese… Venga que no muerdo!...” – le dijo Antonio con una sonrisa socarrona entre los labios y una mirada de muy pocos amigos-…Vea usté, le viá dar un instrutivo: Agarre mi facón del cinto, el mío, el de siempre, cuélguenme del algarrobo cabeza abajo, de las patas, y ahí sí, con confianza, me degüella de un tirón… Después de muerto saquemé el payé del Santito que tengo atado al cuello, lléveselo a mi madre tal cual está, a ña Encarna, la cocinera de allá, de La Valencia… Deseló en sus propias manos, vea usté…por favor…Digalé que es pa’ su bien…Que toda la vida lo lleve puesto…Que tiene mi bendición con Él y en Él por lo que le queda de vida…Que a mí esta vida se me acaba y me voy sin arrepentimientos…Me voy bien, vea, como me tengo que ir…Me voy contento con Dios y con el Diablo… Y los perdono porque sé que esto es lo que tienen que hacer…Por más que ustedes sepan que acá están boleteando a un inocente…”
“- Quedesé tranquilo hombre… Faltaba más… El payé le llega a ña Encarna hoy mismo, le juro, y lo enterramos con su facón, pa’ que no pierda el compañero, ¿vio?”
“- …Sin rencores…. Tamo a mano, Gauna, tamo bien… Yo sé que esto usté no lo maneja porque es milico y es cuestión de Zalazar y Ayala…pero ¡buéh!...uno tiene enemigos también y hay que saber llevarlos y aceptarlos…Yo ya me fugué muchas veces….Ya hacía rato que me la tenían junada….”
“- ¡Átenlo al árbol, boca abajo, como un cordero, vamos a degollarlo!!! Diz que por el payé del Santito las balas no le dentran… Que se lo esquivan al cuerpo… Que hái que degollarlo con su propio facón y con el payé puesto… Cuélguenlo boca abajo pa’ que se desangre mejor, a ver si nos queda más tiernito…¡¡¡Dénle, che!!! ¡¡¡Que parecen gurises a medio mamar y acá no tenemos todos el día…!!! ¡¡¡Dencima que los potros se endejueron y hay que volver dendeapie, como si estuviéramos tan cerca, vea!!! ¡¡¡Manga de pendejos!!! ¡¡¡Apurensé!!! – esta vez la voz de Gauna tronó en el monte, esta vez limpia, segura, certera…
Cuando estuvo colgado cabeza abajo del algarrobo, el Gaucho, lo llamó de nuevo a Gauna:
“- ¡¡¡Vea chamigo!!!, ¡¡¡Que el que me tiene que liquidar es usté!!!, ¡¡¡Sino no me sirve, ¿vio?;¡¡¡jajá, yo también sigo la cadena de mandos naturales…!!! Tiene que cumplir la orden en persona y con mi propio facón…Sino el Santito sigue haciendo efecto…por si las moscas, es cumplidor el chiquito…tenga uno que le va a venir bien, este no, haga el favor de buscarse otro y entregarle este a mi madre…”
Cuando el Sargento se acercó, con las piernas temblorosas y las manos aún más, Gil le dijo:
“ – Te perdono por lo que estás haciendo porque tanto vos como yo sabemos que estás haciendo correr sangre inocente…Mi orden de perdón está en poder de Zalazar, pero él quiere que yo muera porque ésa es su voluntad y vos le tenés que cumplir porque sos su subalterno… Porque ésa es tu obligación… Y che, sargento, yo te aviso, que te vuelvas rápido pa’ las casas porque tu gurí, el más chiquito está muy grave y tu mujer desesperada, cuando llegues a su lado, ponele la mano en la frente, miralo a los ojos e invocá mi nombre, pues si mi sangre llega a Dios como yo creo que va a ser volveré en favores y bendiciones para todos los que sufren y para alegrar a mi gente…”
Cristino Gauna apenas pudo sostenerle la mirada, los ojos de Antonio hipnotizaban hasta a los gatos del monte… De todas formas, por milico y por macho cumplió con lo que tenía que cumplir…
El facón dio un solo tajo…Solo…Limpio…La sangre del Gauchito empezó a brotar como agua de manantial, vealé…Como música…
Con los dedos temblando todavía Gauna le sacó, como pudo, el alambre de cobre con la imagen del Santito moldeado en plomo que Antonio llevaba al cuello…lo metió en el bolsillo del pantalón, todavía repleto de la sangre fresca y caliente del gaucho…
Asuna, Gutiérrez y López terminaron de cortarle la cabeza… Diz que era pa’ llevársela al Juez de Paz de Goya…que era la prueba del intento de fuga del reo…De que lo habían tirotiado en la fuga…Una mentira común y corriente pa’ la época…

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