Capítulo 3

EL REGRESO

Arrastrando las suelas por los espinillos secos, bien secos, venían López Gutiérrez y Asuna. Esta vez Gauna venía más lejos, casi a la retaguardia, arrastrando los pies, también, como podía, en el atardecer hirviente del mes de enero…
Las ampollas de las patas, que se les habían requetecontra reventado habían sabido ya largar su juguito ácido y entonces, las heridas, les ardían hasta la mierda…
El sol pegaba mal, como nunca, les seguía pegando, a pesar de la hora y de las ampollas y carmines de los rostros y los lomos, cubiertos, a como se pudiera, con algunas telas, las que fueran, si no pañuelos, sombreros, e, incluso, las dos cosas juntas y las chaquetas y camisas que ya no podían absorber más la transpiración, de tanta agua que se habían tragado…
Ninguno hablaba… Ni un ruido che… Ni siquiera un silbido seco, tímido, cortando el aire… Cada uno estaba perdido en sus propios pensamientos, en sus propias reflexiones, en lo que habían visto y oído… Todavía les seguía el susto por lo que les había tocado presenciar…
El sargento Cristino Gauna seguía acariciando el payé del Santito que tenía en el bolsillo…. En sus manos, envuelta en trapos, la cabeza de Antonio todavía manaba sangre… La sangre del alambre de cobre y del Santito de plomo todavía seguía fresca, bien fresca, parecía no terminar de secarse nunca…
También, si él la amasaba y la amasaba sin parar con los dedos repletos de sudor, de ese sudor hirviente del mes de enero, ¿cómo iba a secarse? Junto con el sudor del calor iba el sudor del miedo y, con él, la transpiración por el mismo pánico. Al sargento el corazón le galopaba como un potro desbocado. Su cabeza no paraba de pensar en ese gurí pequeño, pequeñito que se le estaba dendemuriendo… Sabía que Antonio no mintió cuando se lo dijo… Que esto era un asunto serio… Que iba en serio…. De todos modos, Antonio no mentía nunca, eso se sabía…
Todos sabían por Pay Ubre que él era uno de los elegidos, uno de los que tenían el don…Uno de los pocos por la zona…El don de ver y narrar las desgracias que están pasando, sobre todo las enfermedades y a la vez de sanarlas… Él era uno de los pocos que manejaba el Arte de Curar por la zona de Ika…Sí, porque curar era un arte, además de un don, debía de ponerse en práctica y ejercitarse, sino la técnica se perdía, se perdía la idoneidad como quien dice…
El Gauchito veía las cosas que iban a pasar… las sabía… Y además sabía si tenían o no remedio…Siempre… Sino, no te decía nada… Prefería callarse la boca… Así nomás, como quien dice… Porque la voluntad de Dios es la voluntad de Dios y es mucho más que la de uno, aunque fuera la de Antonio Mamerto Gil Núñez…. Dios hacía y deshacía…Él era el que tenía la última palabra…. Por eso, si Antonio veía algo que no tenía ningún arreglo, no te decía nada, ni lo que iba a pasar, por más que lo estuviera viendo, ¿pa’ qué, po? Si total, si hái de sufrir es mejor sufrir después, cuando las cosas se den, ¿pa’ qué adelantar las disgracias, po? Eso no es bueno, ni pa’ los que quedan, vea, vea y anote, ni pa’ los que se van… Es mejor que no se enteren, ni los unos ni los otros, total, cuando les llegue la hora, ya se van a enterar…
Por eso Gauna sabía que Antonio no jodía cuando le dijo lo que le dijo; y el alma se le iba en un grito de silencio y de dolor mientras caminaba, inundado de una angustia inmensa, como podía, por el medio del monte hirviente de enero…
Los otros tres hacían lo mismo…
Eran cuatro espectros olvidados de las Fuerzas Armadas… Olvidados de la Suerte y a su suerte… Olvidados de la Razón… Olvidados de la Justicia…
Eran nada más que cuatro espectros… Deshumanizados por el infierno, por la desolación, por el julepe, por la ignominia y la desidia…
La cabeza de Antonio, envuelta en trapos en las manos del Sargento, no paraba de manar sangre… A su vez, el Sargento hubiera jurado que el Santito de su bolsillo también sangraba… No podía sacarlo y mostrarlo al sol, para ver, pero, ¡juéh pucha!, hubiera jurado eso… Todo era una masa viscosa y sangrante, no se sabía muy bien si de sudor, si de sangre, si de lágrimas… Todo era una gran viscosidad que lo impregnaba todo, las manos, sobre todo las de Gauna, las telas de los uniformes, los cuerpos escoriados, los pelos, las pestañas, las orejas y hasta los dientes estaban plagados de una viscosidad extraña que era mucho más que saliva, mucho más que sudor, mucho más que sangre…
Ni siquiera los pingos habían tenido las pelotas de quedarse… Ellos se fugaron como pudieron, los primeros fueron, vea, don, se desataron como pudieron y rápido, y, de golpe, inrisulta que habían perdido todas las mañas juntas… Rajaron lo más rápido y lo más lejos que pudieron, che, como pa’ que naides dude de que ahí estaba pasando algo bien raro, rarito como quien dice, ¿no?...
El tema es que no volvieron y los dejaron jodidamente dendeapata y estaban bastante lejos del Pay Ubre, vea, así que tuvieron que patiar bastante pa’ poder volver… Encima con el calor, ¡puf!, eso sí que era desgracia y que no era joda!...
Y vea usté, don, vea y anote, che, que esto no se lo via estar contando otra vez…
Dicen que el primero en verlo fue Gutiérrez y el grito que pegó fue inmenso… Casi tan grande como el sol diz que era… El grito del pobre cabo, partiendo el monte del terror… Las patas no le dieron pa’ endejuirse más juerte…. Diz que era más grande que el cielo y venía hacia ellos, andando, caminando, che, como quien dice, caminando, caminando, ahí mismito, mire, ahí mismito como si jueran mis patas que endeahora tán bien al lado de las suyas, pa’ no perderse el mate, ¿vio?, el cimarrón, que le endecimos por acá, porque contar, se cuenta, pero sin cebarse unos amargos no, que sino hasta pa’ el Gauchito ése sí que es el pior de los pecados…
Y diz que era el mismo condenáu, che… El Gauchito…Antonio Mamerto Gil Núñez…. Viniendo hacia ellos….Viniendo, che… Endeviniendo…
Más grande y azul que todo el cielo junto diz que era… Venía silbando un chamamecito alegre, de ésos que al mismo tango lo hacen morirse de la envidia… Seguía teniendo los ojos hipnotizadores que tan sólo él tenía… Los ojos de oro del puma del monte… Los ojos del color de la miel del gato de las montañas…. Y diz que los miraba dendefijo a cada uno y a todos al mismo tiempo… Jodido, ¿no?, puéh que dicen que no se puede estar en todas partes y al mismo tiempo… Y él se ve que sí, si viera, che, si lo tenían así, así, bien cerquita como usté está de mí ahora, y entonces, ¡buéh!, ahí más que un raje diz que jue un “¡¡¡sálvese quien pueda!!!”…
Y Antonio se reía… Se reía…. Se reía… Como cuando era un gurí bien mozo y andaba ya arriando hembras en las payadas… Se reía con esa risa fresca y alegre que tan sólo él tenía… Venía vestido de gaucho, viera, como andaba siempre, con la misma ropa que tenía puesta cuando lo acabaron de asesinar… Eso sí, parece que la sangre era como que se le había ido, ¿vio?, porque quedaba un poco desprolijo un angelote tan guapo paseando por ahí todo ensangrentadito, che, si lo viera… Las alas las tenía tan bien puestas, eran lo más transparente que tenía… El resto era bien punzó, como la divisa, ¿se acuerda?, la de esa época, la de los federales… Tenía la faja y la vincha y el pañuelo rojos, el chiripá y la camisa blancas… Las botas ‘e potro, náa más, si viera, diz que era un primor lo bello que estaba… lo bello que era…. Diz que ahí se apareció más bello que lo que hubiera podido ser nunca en la Tierra…
Porque diz que ya era un ángel y había venido… Había vuelto con nosotros… El Gauchito… Pa’ servirle, viera, como todo pión… Haciéndole los favores a todos, como quien dice, que es costumbre eterna de todos los gauchos…De ahí viene la voz popular… “Haceme la gauchada…”, dicen, “Che, ¿no me harías una gauchada?...”, “Fulano o Mengano es tan gaucho……..”
Diz que había vuelto pa’ cuidarnos… Pa’ que no nos perdiéramos en esta Vida… Pa’ darnos suerte… Pa’ protegernos y curarnos… Pa’ que no nos enfermáramos… Pa’ que no nos muriéramos… Diz que dicen que…
Diz que había venido pa’ cuidarlos y pa’ protegerlos de todo, che, vea….De la calor… De la maldad… De perder el sentido del tiempo y del lugar… Diz que había venido pa’ guiarlos, vea… Pa’ que lleguen bien y enteros al Pay Ubre, a pesar del julepe que, viera, les había hecho dentrar hasta los caracuces….
Diz que había venido pa’ escoltarlos y protegerlos en la vuelta… La vuelta… Esa vuelta tan jodida… Ninguno de los tres, ni López, ni Gutiérrez, ni Asuna, tenían el mismo gusto en la boca en esa vuelta… Ninguno era el mismo, ni los tres, ni cada uno… Mucho menos el Sargento Cristino Gauna… El venía más trastocado que naides… Capaz que porque fue a él al que le tocó carnearlo, como quien dice, como nunca antes le había tocado carnear a naides… Algún indio, por ahí… hacía mucho… Algún cordero… Alguna vez… hacía también bastante… Pollos… pero ¡buéh!, eso era habitual…. Pero nunca un cristiano…. Mucho menos al Gaucho…
Diz que a la final llegaron bien, che, desharrapados y rotos, nunca como se habían ido… Lastimados hasta las muelas… Cansados… Agotados… Diz que todos pudieron ver al Gaucho entonces… Entrando con ellos, por las ajueras del Pay Ubre, caminando con ellos y entre ellos, sosteniendo su humanidad desfalleciente hasta la médula de los huesos para que no se cayeran, para que no se desmayaran, para que no cedieran al cansancio, para que llegaran, rotos pero enteros, nunca quebrados, a dar parte en el Cuartel de todo lo que había sucedido y de que ellos, usté viera, bien que habían cumplido con su deber, che, diz que con lo que les había tocado…
Ayala se puso contento cuando lo supo, qué contento estaba, viera, que ni se acordó de pedirle a Gauna la cabeza, aunque sea pa’ verla y corroborar la veracidad de los hechos… Zalazar tenía la orden del perdón de Antonio en el escritorio… Todos sabían eso antes de llevarlo a Goya… Sabían que si no había llegado la orden, ya venía en camino porque el Coronel Velázquez muy bien que se había preocupado por y de eso… Pero vea, chamigo, cuando las cosas tienen que ser, son, ¿qué se le va a hacer?, lo mataron lo mismo, porque se ve que estaba escrito en su Destino, che vea, vea y anote, que era en ese momento en que el Gauchito Gil se tenía que morir… Así nomás, como vino…. Que no somos náa che, que no somos nada por esta tierra, náa más que gente que pasa… Pero diz que Antonio no era gente común, no señor… Diz que era un santo milagrero… Como no había ningún otro… Como nos hacía bien de falta… Y diz que vino hecho un ángel pa’ ocupar bien su lugar… Pa’ que no se lo afanaran aquí en la Tierra… Que por aquí ya le habían robado demasidas cosas, ¡qué joder!....

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