Capítulo 2

GIL 1


Según ña Encarna Núñez, mi madre, nací en Pay Ubre, Ika, el 12 de agosto de 1847… De mis hermanos soy el más chico, somos cinco, dos mujeres y tres varones… Esos somos los vivos po, porque de los muertos, que son tres, dos se murieron, al principio, de muy gurises, creo que fue por el agua mala… Claro, esa agua, ¿vio? que te hace largar todo y que es como que uno empieza a cagar y no termina de cagar nunca y a la final, ¡buéh!, eso del agua nos fue agarrando varias veces a todos, porque éramos muy chiquitos y no teníamos mucha agua, sacábamos de un aljibe con suerte y si conseguíamos, pero sino muchas veces del río y a veces se ve que no venía muy buena, el tema es que, como le venía diciendo, uno empezaba a largar la mierda y parecía que se iba en eso y no terminaba más, que se le iba la vida en eso, y a la final al Anselmo y al Enrique sí, se ve que se les fue el espíritu cagando porque desmejoraron, desmejoraron y se fueron los angelitos, así nomás, ahogaditos en maromas de su propia mierda y no volvieron nunca más… Vea, que los enterramos por aquí cerquita, yo apenas me acuerdo porque tendría unos tres años y ellos cinco o seis, más o menos, es que no tenemos muy contada la edad, ¿vio?, porque somos muchos y ña Encarna ya ni se acuerda… Después la Antonia se fue de algo que nadie supo muy bien qué era, amaneció hinchada, azul y fría cuando era bien bebé, má sostiene que fue una yarará, pero la verdad, bien no se sabe… De mi padre sé que fue un español puro, Don José Gil de la Cuadra, que vino a instalarse a esta tierra para probar suerte y bien que le fue, po, porque nos tuvo a nosotros y sobre todo a mi madre de la cual, viera, estaba el hombre muy prendado… En realidad pasa que todos estábamos muy prendados de mi madre, ella era un verdadero sol…. En parte porque era medio india y tenía, ¿vio?, como todos los indios, otro tipo de entendimiento con los seres vivientes, con el clima y con la tierra. Era imposible pelear con ella por nada, pero a la vez era imposible hacer lo que ella no quería. Tenía una voluntad, que vea, vea y anote, preste atención, movía cualquier sierra… Tuvimos la desgracia que mi padre murió muy joven, todavía nadie sabe muy bien de qué… Mamá que era muy inteligente y corajuda se empleó entonces como cocinera en la estancia La Valencia, la estancia en donde viví después, yo tendría por ese entonces como cinco años, la mayor parte de mi vida… No, vea, le estoy mientiendo, la mayor parte de mi vida yo creo que me la pasé fugado, cimarroneando, ¿vio?, como diz que son todos los gauchos , en parte porque a alguno, en parte porque siempre, en parte porque todos, nos persiguen, si no es la polecía es la milicada que es más o menos lo mismo, si no por desertor, te persiguen por cuatrero, si no por cuatrero te persiguen por haber cocido a faconazos a alguien, que es lo usual, medianamente lo corriente… Si sos pión de estancia bajás la cabeza y bajás la cabeza y bajás la cabeza y si no, te alzás, no queda ninguna otra… Yo me alcé, ¡bah!, me endejuí cuando me quisieron enrolar pa’ peliar con los celestes en contra de los coloraos, fue el coronel Zalazar que me quiso llevar…¡bah! ya me llevaban…pasa que me pude fugar… A mí no me parece eso de estar peliando contra los demás dentro del mismo país nuestro, yo ya había peliado contra el Paraguay pero eso era otra cosa… Ahí era una guerra entre países… No una guerra civil… Nunca una guerra entre hermanos…
Me juí con un par de milicos amigos, ¿vio?, unos indios que se habían enrolado porque en realidad querían sentar cabeza, o estar un poco mejor de lo que andaban los indios por aquella época, en la que todavía había indios… Y los milicos necesitaban soldados, enrolaban lo que venga, si eran indios, indios, si eran piones, mejor, porque se tenía mejor concepto del pión que del indio, nunca del gaucho, el gaucho era un mal parido, se sabía… esa era la voz popular…
Nos juimos por el monte y los esteros… Anduvimos mucho por lo que ahora le dicen el Paso de los Libres… Por ahí, vea…por ahí… Cazábamos lagartos, unos que por ahora le endedicen yacarés, que saben pasearse tomando el sol por los esteros y cazando entre las cañas tacuaras y los juncos; zorros; algún que otro puma si taba el día y tábamos bien machos… Sabíamos desollarlos, curtir los cueros, hacernos unos buenos asaditos de su carne, sobre todo de los lagartos, que sabían bien ricos, y con el resto hacer charque pa’ llevar por las pulperías, ¿vio?, así nos daban azúcar, yerba, aguardiente, lo que haiga de vino y esas cosas que en el monte no conseguíamos…
Me endejuí por lo de la guerra civil…Ñandejára me pidió en un sueño que no mate a ningún hermano… Yo obedezco a mis dioses, ¿vio?, por más que digan que uno tiene que tener la fe en Cristo y en la Santísima Trinidad y eso de ir a rezar a la Iglesia… Pa’ mí Ñandejára era importante…. Era la diosa de mi madre, era la diosa de mis abuelos… Era de la religión guaraní…. Lo mismo que este Santito que tengo al cuello…. Bien que me lo consiguió mi madre cuando ya empecé a tener líos con las polleras…Pobre mi madre, una santa ña Encarna, vea, vea. Vea y anote, una flor de santa era la madre mía…. Trataba de protegerme el cuero como podía la vieja, pobre… Me consiguió el payé de San La Muerte hecho con el plomo de la bala de un finadito reciente, uno que habían liquidado ahí en la estancia, por intermedio de un pión amigo, se la sacó, lo mandó a hacer y luego a bendecir por las siete iglesias, como corresponde, sin que el párroco se diera cuenta… Mire, mire, lo tengo por aquí, al cuello, como se debe llevar, con un alambre de cobre bajo el pañuelo pa’ que naides lo vea, porque diz que el chiquito se asusta si queda al público, se ve que es tímido…,¿Ve? Está hecho del plomo de la bala del muerto… Yo creo que éste más de una vez me salvó el goyete, sino de los indios, de los cristianos, muchas veces de las yararás o las arañas… Nos llevamos bien con el petiso, yo no lo jodo, él no me jode… A veces me pesa un poco el plomo y el cobre sabe calentarse pero, ¡buéh!, no hay mal que por bien no venga….

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