Capítulo 7

GAUNA


El Sargento Cristino Gauna había conocido la hambruna de los malos tiempos, allá, cuando de muy gurí, le tocaba compartir la olla con seis gurises más y una madre resignada, hambrienta hasta los tuétanos y harta de cansancio de lavar y fregar, de fregar y lavar las ropas de todos los criollos del Pay Ubre.
Sola estaba la madre, vea, siempre sola, era un misterio para el resto de la sociedá el cómo había hecho pa’ fabricar los siete gurises que se había traído al mundo, che.
Pero era obvio, que de alguna forma se las arreglaba pa’ hacerlos porque siempre, invariablemente, cada dos años o dos años y medio paría un gurí, a veces macho, en general y pa’ pior hembra, pero era invariable que su reloj biológico le marcaba la hechura de un pendejo cada ese período de tiempo, que, por el otro lado, es el tiempo del nacimiento natural para alguien que no usa anticonceptivos…
Del padre nada, che; bien, gracias… Alguien decía que era alguien del pueblo, también se corrían rumores que era alguien que venía al pueblo cada tanto, que viajaba, como quien dice, era un viajante… El tema es que a ella no se le conoció un hombre en toda su vida, vea, siempre taba sola con los niños, pero cada tanto aparecía preñada. Ya para cuando se lo empezábamos a notar era obvio que el padre de los niños se había marchado bien lejos y pa’ no volver, y, por sobre todas las cosas, no hacerse cargo, pero además es cierto que, obviamente, todos los niños eran del mismo padre, porque, che, estaban calcados por madre natura, las cosas mágicas que tiene esto de la genética, ¿vio?, o sea que a ella nadie se animaba a decirle nada porque, en realidad, era un modelo de madre como no había otra, los tenía lo mejor que podía, dentro de sus posibilidades, claro, los llevaba y traía con ella mientras iba a lavar la ropa al arroyo, los mandaba al catecismo, a veces a comer, si el cura les daba algo que endehabía y les hubiera quedado, a veces a aprender algo de religión, que eso era bueno y muy importante, sobre todo pa’ el estómago; los tenía con ella siempre, incluso cuando repartía la ropa ya lavada y secada a los clientes de todo el pueblo, o sea que era común en nuestro paisaje urbano, verla andar caminando por las calles de Pay Ubre con todos los gurises desharrapados y en patas, ella también, pero con los atados de ropa bien prolijos, limpios y acomodaditos pa’ entregar a sus respectivos dueños. No, vea, vea y anote, que la doña era una santa, ¿vio?, como sabían ser las mujeres de esa época, no como las madres de ahora que como diz que trabajan dendejuera dejan al chico todito el día jugando con la play, no, esta era madre de pelo en pecho, como quien dice, y tenía muy incorporado en su imaginario que los niños eran una prolongación de sí misma y entonces, tal cual, che, los trataba como si se tratara a ella misma, nunca un rebencazo ni un trompazo ni un grito exacerbado, en ese sentido era un ejemplo de madre soltera como el que no habíamos tenido ningún otro en Mercedes…
El tema es que los gurises eran muchos, el padre no existía, salvo pa’ procrear, y la olla había que pararla lo mismo, juera como juera, pasara lo que pasara, cupiese lo que cupiese… Entonces ella, con ese sentido común que sólo tienen las madres supo designar desde que fueron chicos dónde iba a ir a parar cada uno, pa’ asegurarse la manutención, ¿vio?, porque hay algunas madres que saben ser muy inteligentes y entonces, por orden suya, un par de chicas se quedaron con ella, pa’ ayudarla con los lavados de ropa pa’ juera, un par de chicas las puso a trabajar de siervas en casas de familia, que eso siempre fue bien visto, porque no se sabía quién era el padre, pero la madre era india y los indios pa’ siervos siempre tuvieron el lugar asegurado y bien conceptuado por los blanquitos, una de las chicas tuvo la suerte de casarse con un soldado que se la quiso llevar bien de piba y los dos varones que le quedaban, los únicos varones, ella los designó pa’ dentrar a servir al ejército, así nomás, así aprendían a hacerse bien hombres, “ como es su padre”, sabía decirles, ser valientes y justos y poder asegurarse un sueldo a fin de mes del cual, obviamente, debían pasarle algo en porcentaje porque ella misma ya se iba poniendo vieja y era obvio que no iba a poder seguir haciendo el mismo trabajo de siempre…
Así fue que Cristino Gauna entró al servicio militar o lo que fuera alrededor de los quince años, porque vea, vea y anote, que en esa época nadie sabía contar muy bien la edad, ni siquiera las madres, porque había muchos gurises pa’ atender y ni siquiera los párrocos o los Jueces de Paz porque tampoco era muy usual anotar los nacimientos, mucho menos en las fechas y los días debidos, así que se estima que el don Gauna alrededor de esa edad entró al servicio, con el hermano más grande, del cual lo separaron en seguida porque al otro lo trasladaron y a él lo dejaron ahí, sirviendo en Corrientes.
En realidad nunca le gustó el ejército, era bastante rebelde y supo tener muchos problemas con los superiores, ya de entrada, de milico raso tuvo que pasar muchos días en el calabozo, en el cepo, o estaqueado porque él siempre cuestionaba y discutía, no quería hacer lo que no consideraba que fuera lo correcto. Y es usual, como todos saben, que en el ejército la mayoría de las veces se hace cualquier cosa menos lo correcto, pero como las órdenes vienen de los superiores y a los superiores no se les discute, uno acata y cumple, porque sino es un rebelde, porque sino es un alzao, porque sino es un desertor. Y como bien dicen que la letra con sangre entra, después de muchos castigos, de muchos días en calabozos sin comer, de muchos días al cepo en el centro del sol, de muchos aprietes de todo tipo, el Cristino Gauna este pudo, che, aprender a obedecer, que en ese ámbito ya fue un logro, porque sus superiores ya lo supieron conceptualizar como jodido desde que fuera el gurisito que había entrado, en parte por su ascendencia india, lo cual lo obligaba, quisiera o no quisiera, a soportar más, a soportar más vejaciones, más órdenes indignas, más órdenes ingratas, más burlas, en parte por su carácter demasiado templado que lo llevaba a no quebrarse nunca, en parte por esa dignidad enhiesta que sólo saben tener las almas indígenas que saben refugiarse en el silencio y no contestar pa’ forrear más al patrón, ¿vio?, pa’ forrearnos más a los blanquitos que somos, que somos así de boludos que porque somos blanquitos nos creemos que tenemos el derecho de llevarnos el mundo puesto y de cagarnos en los otros… Y ¡bué!, che, eso también es una cuestión de educación, es una cuestión cultural, porque digamé, ¿cuántos años hace que venimos viviendo así?, ¿eh?, ¿desde antes de Colón yo creo que era?...los blanquitos por encima de todo y el resto abajo, como el gallinero, ¿vio?, eso le adjudica ciertos derechos a los que están en los palos de arriba, siempre es así, es una cuestión ya más que social geométrica yo diría, vea, vea y anoteló a esto porque es importante y otra vez no se lo digo, que, ¿pa’ que estoy acá contandolé si pos no me presta atención usté, eh?...
A la final el tema es que al Cristino Gauna este el ejército le empezó a gustar, en parte porque no pensaba, tan sólo tenía que obedecer, en parte porque le daba de comer y le aseguraba el sustento, ¿vio?, que a la final eso es lo único que le importa a uno, tenerse el pan bien asegurado, y él sabía que si se quedaba en el ejército lo tenía, tampoco podía irse porque pasaba a ser desertor y fugado y rebelde, uno no vive del ejército, uno forma parte de él y es entonces una sola fuerza, ¿vio?, como la Armada, como la Polecía, y entonces, cuando uno está endeadentro ya no se hace posible salir, no importa cómo haya dentrado o por qué dentró o si se desilusionó con lo que vivió ahí adentro, tan sólo importa que uno tiene que seguir ahí, porque no puede salirse por voluntad propia, ¿vio?
Es así cuando, de bien resignado que quedó Gauna a asumir y protagonizar su propio destino ahí adentro, después de entender, a la final, que ya no le quedaba ninguna otra, empezó a esmerarse por cumplir las órdenes lo mejor que pudiera, vea, vea y anoteló, era una pinturita cómo cumplía con sus órdenes, total, claro, él no las daba, las daba alguien de arriba que no era él y no tenía por qué hacerse cargo, era, esto…esto que le dicen por endeahora… lo de la obediencia debida, ¿vio?, que corre igual tanto pa’ los del ejército como pa’ los de la polecía, así que el Gauna éste de soldado raso pasó a cabo, y a la final, después de unas cuantas acciones de esas que califican como heroicas el común de la gente y sobre todo los superiores del ejército, lo ascendieron a sargento, y ahí quedó; en eso estaba cuando le tocó comandar la partida que tenía que darle muerte al Gauchito Gil…
Esto sí vea, que no hubiera querido obedecerlo nunca, pero a la final tuvo que hacerlo, porque ya estaba adentro, ya formaba parte del ejército, ya no se podía salir….
Él había conocido una china bonita, su madre ya hacía rato que se había endemuerto, las hermanas estaban bien casadas, y entonces, se le ocurrió casarse, como corresponde y de blanco y en la Iglesia que así era como estaba escrito que tenía que ser y así lo hizo porque él era un hombre muy respetuoso de las leyes y de las costumbres de su tierra, aunque fueran costumbres ajenas a su origen…
El tema es que así fueron naciendo, de a uno, pa’ no amontonarse, y bien, che, como Dios manda, de buen parto y de cabeza, ninguno de patas, y todos con comadrona, tres gurises bien bonitos, dos varones y una nena y había nacido un tercer varón, el Anselmito, uno bien lindito, vea, vea y anote, uno que berreaba como los mejores y tenía unos pulmones de Dios Padre y Señor Nuestro y tenía una salú de puta madre, era el más sanito de todos, aunque todos, en general, no sabían enfermarse, eran bien sanos por su natural…
El tema es que a esa familia había que darle de comer, por el sustento, ¿vio?, porque ella no trabajaba, se dedicaba a sus quehaceres en el hogar porque era mujer que se había casado por Iglesia y de blanco, como corresponde, che, y no era ninguna arrimada al fogón pa’ irse a trabajar endejuera de la casita…
Así que don Gauna, joven, jovencísimo y siendo ya padre tuvo que seguir atado al ejército y esmerarse cada vez más en cumplir con las órdenes porque si él era más acatao, más lo ascendían y si más lo ascendían, más cobraba y; aparte, habían empezado a tenerle un respeto enorme ahí adentro, vea, que eso es importante, bien respetado que lo tenían los otros, por decente, por cumplidor, por no forrear a los inferiores al pedo, por saber guardar muy bien su lugar de medio indio y a la vez saber dar las órdenes como sargento, que eso no es joda, no señor, eso era algo bien difícil de lograr…
Por esto seguía endeadentro del ejército el sargento, por la familia, pa’ poder parar la olla, ¿vio?, que, al fin de cuentas era lo que hacía su madre y lo que le enseñó ella cuando los llevaba a todos a lavar la ropa al arroyo y luego devolverla, bien limpia y seca, casi planchada diría, pa’ poder así recibir la paga correspondiente y con ello comprar la comida pa’ todos, aunque esa comida nunca alcanzara porque la paga nunca era suficiente, pero bueno, era como vivía la mayoría de la gente, era como vivíamos los de bien abajo, era como todavía es ahora, hoy mismito, seguimos viviendo, haciendo lo que podemos pa’ poder parar la endiablada olla, ¿vio?, que así es la ley de la vida, qué se le va a hacer…
Es así que el Sargento Cristino Gauna tenía familia de cuatro gurisitos y mujer cuando le encomandaron de dirigir la partida que tenía que dar muerte al Gauchito… Oficialmente lo trasladaban a Goya pa’ que lo enjuiciara como corresponde el Juez de Paz….Esa era la versión oficial de la orden, la extraoficial era matarlo ni bien pudiera… Era un tipo peligroso el Gauchito…Movía demasiada gente… Todos lo querían…Nadie lo quería matar… Gauna mucho menos que nadie… Era un sanador… Alguien que nos defendía de los males y las desgracias que cada tanto Mandinga bajaba a la Tierra… Era un justo… Alguien que sabía darle a cada cual lo que le correspondía sin levantar odios ni rencores entre las partes… Alguien que sabía ver lo que era la Justicia…
Pero fue justamente por eso que le dieron a Gauna la orden de llevar la partida pa’ matar al Gauchito…Porque sabían que era un tipo serio, cumplidor, alguien que estaba muy bien conceptualizado en el ejército…
Es más, corrían rumores, y Cristino también lo sospechaba, que a la vuelta lo iban a ascender de nuevo, otra vez, a algún rango más alto… Pero, ¿pa’ qué?... ¿Pa’ que si matar al Gauchito era lo último que se le ocurriría, lo último que quería hacer, lo único que no quería hacer, no importaba cuáles fueran las otras órdenes?...Había cumplido muchas órdenes a desgano, a contrapelo, encontronado y peleándose con la decencia de su mismidad, pero esta era la última, la única que realmente no hubiera querido cumplir nunca, nunca jamás…

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